Miraba los escaparates…
Miraba los escaparates que encontraba a su paso durante su paseo por aquella inmensa calle.
Amelie fijó su mirada en un maniquí que vestía un diseño que llamó su atención, idéntico a
aquel que una vez dibujó en aquella mesa sobre la que tantos años había trabajado, para el
que después fue a elegir los mejores tejidos posibles, pasó horas cosiendo, y puso a punto
todas las estrategias que había aprendido en sus estudios de márketing para distribuir,
promocionar y vender a las distintas marcas con las que trabajaba.
Había tenido la suerte de aunar sus pasiones, el márketing y la moda. Con mucho esfuerzo
puso en marcha su empresa, pero se cumplían dos años ya desde que tuvo que cerrar sus
puertas.
Dos años en los que apenas había tenido la oportunidad de trabajar, cosiendo para
particulares, además de alguna sustitución corta en el mundo del márketing.
Inició un voluntariado con una asociación que trabajaba con inmigración, pues siempre había
estado interesada en este ámbito, y pensó que podía aportar su grano de arena, pues hablaba
francés.
En la asociación forjó amistad con las personas que trabajaban en el departamento de
inserción sociolaboral, especialmente con una técnico en integración social, Danielle, también
francesa, con la que trabajaba mano a mano en el acompañamiento a las personas usuarias.
Siempre hablaban de lo importante que era introducir tus pasiones en tu vida profesional para
ser más creativos y eficientes, abriendo nuevos caminos de intervención.
Un día llegó un email, una invitación a un evento de networking. Invitaban a los profesionales
de la asociación. Amelie y Danielle pensaron que sería buena idea asistir para comprobar si
podrían iniciar un proyecto en el que formar a los usuarios/as para que comenzaran a formar
parte de próximos eventos de networking.
Prepararon materiales sobre la asociación y fueron decidas a promocionar la misma al evento.
En la entrada había un stand, Amelie se detuvo ante él. Era de una pequeña empresa que
trabajaba en la India, con artesanas que diseñaban joyas y, después aquí se distribuían a
pequeñas tiendas para su venta.
Danielle comenzó a hablar con la persona del stand, y este le contó que pensaba ampliar su
negocio, quería abrir una tienda en la que vender estos diseños y también deseaban comenzar
a diseñar, coser y vender ropa con el mismo sistema.
Danielle y Amelie se miraron y no dudaron en que podía ser una gran oportunidad.
Un año después, Danielle y Amelie tienen una tienda de la que son copropietarias junto al
empresario del stand, y en la que dan trabajo a personas inmigrantes mediante un convenio
firmado con la asociación en la que colaboraban, además de seguir su actividad en la India,
donde al diseño de joyas, se unión el de ropa.
Cada prenda lleva la etiqueta con las firmas de las personas que la han diseñado y cosido,
informando de la procedencia de los tejidos empleados y del proceso de elaboración.
Además, lleva inscrito un enlace a un código de la página web de la tienda, en la que se explica
la historia de vida de una de las personas que trabaja en la empresa. Normalmente mujeres, a
las que se ha permitido empoderar con su independencia económica, asignándole el nuevo rol
de trabajo fuera de casa, sea en India o sea en los talleres de costura que la empresa montó en
la Asociación.
Cada día se agotan las prendas y joyas en la tienda A&D Indian Tissue.
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