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miércoles, 21 de octubre de 2020

De quesos, vacas y cambios profesionales


Cambios, temidos cambios y mucho más en esta época que vivimos. Los cambios siempre

son temidos y no sólo a nivel profesional sino también a nivel personal porque nos

enfrentamos a la incertidumbre. Pensando en ello, se me viene a la memoria dos historias

que pueden responder al refrán “no hay mal que por bien no venga” y hacernos entender

eso de que si se quieren resultados distintos, no se puede hacer siempre lo mismo y que, a

veces, no vale más pájaro en mano que ciento volando.


La primera de las historias es una fábula del conocido libro ¿Quién se ha llevado mi queso? de

Spencer Johnson y trata de dos ratones y dos Liliputienses que buscaban en un laberinto (que

simboliza la vida) un queso (que simboliza la felicidad, el éxito, la seguridad, el amor, el

trabajo o aquello que sea que busquemos en la vida). Cierto día, encuentran el queso pero

este se termina acabando. Los ratones, que ya anticipaban lo sucedido, salieron enseguida en

busca de un nuevo queso, pero los liliputienses se quedaron esperando que le devolviesen su

antiguo queso, inmovilizados en el mismo lugar. Pasado el tiempo, uno de ellos se dio cuenta

de que no servía de nada buscar culpables y que debía salir a buscar otro queso. Finalmente,

venció sus miedos y lo encontró, y allí estaban los dos ratones comiéndoselo. Sin embargo, su

compañero permaneció esperando el viejo queso.


La segunda historia es un cuento popular que trata de un sabio y un joven que iban caminando

hasta que encontraron una familia muy pobre, se dirigieron a ellos y le preguntaron cómo se

ganaban la vida. La familia le contestó que gracias a la leche de su vaca, de la que vendían una

parte y con la sobrante se alimentaban. El sabio le dijo al joven que tirase la vaca por un

precipicio. El joven, sin entender nada, hizo lo que el sabio le pidió.


Años más tarde, fue a visitar a la familia y cuál fue su sorpresa cuando vio a una familia rica en

el lugar donde estaba la vieja casa de la anterior familia. Pensó que por su culpa la familia se

habría arruinado y se habría tenido que mudar, pero se acercó a preguntarles y se dio cuenta

de que se trataba de la misma familia. Al desaparecer la vaca, habían tenido que desarrollar

nuevas habilidades y hacer cosas nuevas que, finalmente, les trajeron un mayor progreso.


En la fábula podemos ver las diferentes actitudes que existen en una empresa, en una familia

o en un grupo de amigos ante el cambio. Algunos están preparados para cambiar, incluso

lideran el cambio, otros se muestran reticentes y con miedo pero acaban venciéndolo por

necesidad y otros, se quedan anclados buscando culpables y preguntándose el por qué

permanentemente, sin adaptarse a la nueva situación.


Ambos son cambios obligados, tras los cuales vemos que pensamos que llegar a la meta nos

dará la felicidad, y cuando llegamos a esta, nos damos cuenta de que no es lo que

imaginábamos y que deberíamos haber disfrutado más del camino.


De que lo que es importante deseas conservarlo, pero a veces, tenemos que reestructurar

nuestra escala de valores en función de nuestras experiencias y alterar el orden de importancia

que le otorgamos a las personas y a las cosas, o dejar algo en el mismo orden pero cambiar

nuestra actitud hacia ello.


De que cambiando el pensamiento, cambiará tu conducta lo que te traerá otras

consecuencias, pero a veces, hay que cambiar la conducta para que tu pensamiento empiece

a cambiar al tener nuevas rutinas y al ir comprobando las nuevas consecuencias. Así mismo,

cuando empieces a dar los pasos, verás como siempre será mejor que haberte quedado

inmóvil.


De que cuando emprendemos un cambio sentimos miedo porque no sabemos qué nos depara,

nos enfrentamos a lo desconocido y debemos salir de nuestra zona de confort, pero que

debemos pensar que nuestra mente siempre imagina que todo va a ser peor de lo que será en

realidad, por lo que lo importante es comenzar a dar pequeños pasos e ir preguntándonos qué

haríamos si no tuviésemos miedos. Sólo actuar liberándonos de los miedos nos permitirá

tener libertad para tomar decisiones y poder disfrutarlas.


De que debemos adaptarnos y cambiar, porque sino el mundo y las personas de tu alrededor,

avanzarán y tú te quedarás inmovilizado/a y te acabarás extinguiendo, pues no podrás

responder a las nuevas exigencias.


De que el error no te puede paralizar. Pensemos en los inventores. T. A. Edison decía “no

fracasé, sólo descubrí mil maneras de cómo no hacer una bombilla”.


Y de que es importante intuir los cambios pues cuanto antes empieces a adaptarte más fácil

te resultará pues irás dando pequeños pasos en lugar de tener que dar un gran cambio de una

sola vez.


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