Y es que la conciliación de la vida personal, familiar y laboral se hace cada vez más
difícil, provocando estrés, cambios de humor, cansancio y bajo rendimiento, entre otros
cosas.
En este post, me gustaría transmitir algunas pautas que se pueden seguir para
acercarnos a la buscada conciliación. Normalmente, cuando hablamos de este tema, nos
centramos en la educación en igualdad de género, reparto igualitario de tareas, políticas de
conciliación como permisos de maternidad, paternidad y por cuidados de familiares, reducción
de la jornada laboral y creación de plazas en escuelas infantiles públicas y concertadas,
comedores, aulas matinales y actividades extraescolares, incluso durante las vacaciones. Sin
duda, todo esto es necesario, más bien imprescindible (a ver cuándo nos ponemos las pilas para igualarnos a otros países europeos y entendemos que esto repercute en la calidad de vida de todos y todas y también en la productividad, y que no sean noticias las pocas empresas que tienen iniciativas en pro de la conciliación pareciéndonos bichos raros), para hacer efectiva la conciliación, pero hoy me quiero centrar
en qué podemos hacer nosotros y nosotras mismas para contribuir a ello en nuestro día a
día.
Planificación.
Planifica tanto tus actividades laborales como las familiares y personales. Si
está por escrito de antemano, será más fácil llevarlo a cabo. Esto no quiere
decir que no podamos hacer cambios.
Separa ambientes. En la medida de lo posible, no hagas actividades del trabajo
en casa. De este modo, tendrás ambientes separados y no relacionarás el
estrés del trabajo con el hogar. También te obligarás a desconectar fuera de tu
horario laboral. Y ahora con el teletrabajo en auge (porque nos ha venido impuesto por la situación sino no se hubiese avanzado en este aspecto), intenta tener tu propia habitación o espacio dedicado sólo al trabajo.
Establece un tiempo para actividades que te relajen. Y como el caso anterior,
planifícalas, de modo que haya unas horas de unos días en los que te puedas
olvidar de todo y dedicártelos a ti. No pienses que es menos prioritario que
atender las tareas del hogar, por ejemplo, ya que si no estamos bien con
nosotros/as mismos, difícilmente, podremos rendir en el resto de tareas.
Determina prioridades. No somos superhéroes y todo no se puede llevar a
cabo. Si pensamos, seguro que hay cosas que son prioritarias y que se deben
hacer sí o sí y otras que no, por muy importantes que nos parezcan también.
Reparte las tareas de casa. Y hazlo por escrito, para que quede constancia,
especificando lo máximo posible la tarea, persona y el horario.
No te culpabilices. A veces, es necesario buscar ayuda, ya sea de otros
familiares y/o amigos o de profesionales que atiendan a nuestra familia, y no
por eso nos podemos sentir culpables.
Olvida el perfeccionismo. Este sólo sirve para paralizarnos y hacernos sentir
mal.
Intenta tener los recursos de tu ciudad cerca. Elige colegios, escuelas
infantiles y centros de actividades extraescolares cercanos entre ellos y
cercanos a tu casa y a tu trabajo, si es posible. Es necesario analizar el tiempo
que dedicamos a desplazarnos ya que, hay veces, que está en nuestra mano
reducirlo.
Infórmate de los recursos de tu ciudad que te puedan ser útiles. A veces,
desconocemos los recursos de los que disponemos. Existen asociaciones y
entidades que ofrecen servicios gratuitos o a bajo coste como apoyo escolar,
talleres, ludotecas, escuelas de familias etc…
Estos son algunos consejos prácticos que tú puedes aplicar en tu día a día y que te
pueden ayudar a encajar las piezas de la conciliación.
Artículo publicado en mi perfil de la revista digital La Nueva Ruta del Empleo
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